Reflexiones sobre el dinero, el poder y la filantropía: Una perspectiva feminista en la defensa de los derechos humanos
Desde pequeña mis padres me enseñaron que pedir dinero estaba mal, que no era digno, porque el dinero solo se obtenía trabajando, esforzándote mucho, sólo así podría ser exitosa. Pedir es dejar ver la precariedad, y la precariedad y la pobreza no se veían bien, me decían. Este mensaje incuestionable, investido de valores, fue moldeando mi relación con el dinero. Sin embargo, no solo estos mensajes directos me construyeron, sino que, como a muchas, fueron las dinámicas familiares y sociales las que también abonaron a la manera en que vivimos hoy en día nuestra relación con el dinero y nuestras prácticas financieras.
Desde que tengo memoria, mi madre ha trabajado fuerte, muy fuerte, “ayudando a mi papá” en el restaurante familiar, vendiendo por su cuenta joyas, jugos, planchas, lo que fuera y, además, haciéndose cargo de TODOS los cuidados de la casa, de cuatro hijos y un marido. Mi madre, sin decirlo, me enseñó que el dinero da autonomía, que tener ese “guardadito” propio es un respiro de libertad, la posibilidad de tener poder y elección en algo, ya sea para comprarme algo bonito, para pagar el taxi, la mudanza o un pasaje cuando quisiera irme de un lugar. Pero a pesar de aportar mucho más del 50% en la economía familiar, las decisiones financieras no eran suyas ella no decidía cómo ni cuándo comprar una casa, ni un auto. Eso, sin cuestionar, le correspondía al hombre de la casa.
Todo esto lo recordé y compartí con compañeras defensoras de derechos humanos en el encuentro anual que preparamos desde el equipo de Equidad de Género, del programa de Género, Raza y Poder de HIP, para 30 organizaciones copartes de México. Ellas también compartieron sobre sus primeras experiencias con el dinero: una vendía ensayos para comprar discos de música de Alanis Morrisette y que la invitaran a las fiestas; hoy es una reconocida periodista que impulsa el periodismo feminista en América Latina. Otra trabajaba por las tardes en la papelería de sus abuelos y hasta ese momento reflexionó que su pago era administrado por ellos, lo cual siguió hasta su juventud; hoy es una abogada defensora de derechos laborales, y ve como un reto construir y seguir su presupuesto personal. Otra compañera contaba que en su casa, sus padres nunca hablaron de escasez “para no preocupar a los niños”, entonces parecía fácil obtener las cosas hasta que, siendo adulta, comenzó a trabajar y la llenaba de ansiedad ver que para ella resultaba muy complejo comprar cosas.
Nunca habíamos hablado de eso y lo qué importante es. Hablar de dinero sigue siendo un tema para lo privado, para hablar despacito, porque en la cultura occidental y capitalista, el dinero sigue estando directamente relacionado al éxito. La cultura de la meritocracia impera, pero en la medida en que reflexionemos nuestra historia y cómo esta y otras estructuras sociales han formado nuestro comportamiento financiero, podremos resignificarlo y posicionarnos desde un lugar distinto para gestionar no solo nuestras finanzas sino también la gestión de recursos en las organizaciones en donde colaboramos.
El encuentro fue pensado para ello: para tener estas conversaciones difíciles en un espacio seguro, para facilitar diálogos honestos y cruciales sobre nuestra relación con el dinero, sobre las prácticas filantrópicas, las dinámicas organizacionales, la distribución de recursos y la recaudación de fondos desde un enfoque feminista, en donde el análisis crítico de las relaciones y desigualdades de género, raza y territorio estén presentes.
Los cuestionamientos más recurrentes fueron: ¿cómo posicionarse como defensorxs de derechos humanos frente a los financiamientos hacia Latinoamérica, que en su mayoría provienen del norte global?, ¿cómo accionar frente al extractivismo histórico de los territorios, e incorporar prácticas de recaudación desde la justicia económica que desmonten paradigmas colonialistas, en donde las organizaciones deben “pedir” recursos, agradecer constantemente por los financiamientos y en donde sólo quienes cuentan con privilegios como hablar ingles, habitar ciudades capitales, ser personas blancas, participar en espacios poco accesibles para generar conexiones, y hablar cierto lenguaje técnico permiten concretar financiamientos dignos?
Hubo otras preguntas que nos sacudieron la cabeza y el corazón: ¿cómo ejercemos los recursos?, ¿cómo influyen nuestros temores e historias propias para tomar decisiones sobre la distribución del dinero en las organizaciones?, ¿priorizamos los salarios dignos?, ¿con base en qué decidimos cuánto dinero deben ganar las direcciones, las personas que trabajan en campo con las poblaciones?, ¿merecemos ganar mucho por el trabajo de defensa de derechos?, ¿cuánto es mucho?, ¿cuáles son esas subjetividades, opresiones, emociones, que están detrás de la construcción de los presupuestos y del miedo a no volver a tener dinero? Son todas preguntas difíciles, hay que comenzar a nombrarlas y pensarlas.
En el encuentro hablamos de lo propio, lo que apela a las organizaciones de base. Sin embargo, esta es una reflexión que debe de realizarse desde todos los frentes del sector filantrópico y todos los actores que le integran (donantes, empresas, organizaciones intermediarias). Habría que cuestionarse permanentemente sobre la responsabilidad de quienes otorgan el dinero para transformar las dinámicas de poder, para posicionarse ante dinámicas sociales y políticas económicas que generan estructuras violentas en países de Latinoamérica y el Caribe, para no replicar prácticas colonialistas. Habría que reflexionar también, en lo profundo, cómo la historia personal y los privilegios que han habitado se asoman en las decisiones y formas en que se otorga el dinero.
En mis 15 años de trayectoria trabajando en organizaciones de la sociedad civil, he participado en varios cursos y procesos para crear e implementar estrategias de recaudación, pero hasta ahora pude mirar hacia adentro y descubrir que la relación con el dinero es también un tejido de emociones e historias, y en la medida que lo saquemos a la luz, otras transformaciones serán posibles.
Gracias a la Cooperativa de saberes y sanación Sukuamis por guíar el senti-pensar de este encuentro.
Gracias a las defensoras de derechos por la sabiduría y apertura para transitar juntas estos temas.
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Escucha los testimonios de las participantes del encuentro aquí.